160 años de la ordenación sacerdotal de Mosén Sol

160 años de la ordenación sacerdotal de Mosén Sol

SUS “PROPÓSITOS DE EJERCICIOS” MUESTRAN LAS RESOLUCIONES QUE ORIENTARÁN SU VIDA SACERDOTAL.

A sus 24 años Manuel Domingo y Sol fue ordenado sacerdote el 2 de junio de 1860. Así, en este 2020 se cumplen 160 años de este acontecimiento. Es una gran ocasión para dar gracias a Dios por la vocación sacerdotal de Mosén Sol y por el ministerio del “Santo apóstol de las vocaciones sacerdotales”.

La ordenación sacerdotal no es el final de un camino, sino el inicio de una nueva vida consagrada al Señor al servicio de su pueblo. El joven diácono Manuel lo sabe y por ello cuida especialmente su preparación antes de recibir el Presbiterado. Reconoce su debilidad y su fragilidad, pero da el último paso con pureza de intención y sin voluntad de sacar provecho personal. Así se lo confiesa a su tío sacerdote Francisco Navarro unos días antes: “No sé, querido tío, si me hallo con fuerzas y luces suficientes para ascender al último escalón del Santuario, pero la pureza de intención es lo único que me parece animar a tan grande empresa”.

Foto del beato en su juventud / Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos


El miércoles 23 de mayo de 1860 empieza don Manuel los ejercicios espirituales para la ordenación sacerdotal. Conservamos los “Propósitos de Ejercicios” que escribió durante estos días de retiro espiritual intenso. Es un documento fundamental que nos permite acercarnos al corazón de don Manuel, es decir, al lugar donde toma las resoluciones y determinaciones que orientarán su vida sacerdotal.


¿Cómo quería don Manuel ser sacerdote? ¿Cómo deseaba vivir su ministerio? Él escribe: “Siendo tan alta, tan sublime, la dignidad del sacerdote, resuelvo no rebajarla”. Es importante considerar el verbo “resolver” que utiliza Mosén Sol. Este verbo significa “decidir algo o formar la idea o el propósito firme de hacerlo”. Y esto es lo que nos interesa resaltar: el joven diácono Manuel hace el propósito firme de no rebajar la dignidad sacerdotal. No quiere ser un sacerdote mediocre, sino que aspira a ser un santo sacerdote. Este deseo articuló toda su vida y la formación que ofrecía a los seminaristas: “Quien no desea ser santo, no llega a ser bueno. Si nos contentáramos con ser sólo sacerdotes buenos, dejaríamos de serlo, para pasar a ser sacerdotes tibios”.


Veamos otros cuatro propósitos:

  1. “Conociendo lo desprendido que debe estar el sacerdote de todas las cosas, y lo feo que le está el ser interesado, y así además no tener apego a muebles y vestidos, procuraré con anuencia de mi director espiritual en las festividades principales quedarme sin nada”.
  2. . “He conocido cuánto vale el buen ejemplo, y así además de la presencia de Dios habitual en todas las cosas procuraré tener presencia de Dios actual mientras esté en la iglesia, y especialmente en las funciones eclesiásticas”.
  3. “Conozco cuán fácil es, atendiendo a nuestro corazón, el faltar a la fidelidad que debemos a Dios: y por tanto procuraré ir con mucho cuidado en evitar las causas que nos disipan, rompiendo con todo, aunque en ello parezca la gloria de Dios”.
  4. “Conozco el temor continuo con que debo estar de no tener la ciencia suficiente, y por lo tanto procuraré rogar todos los días a Dios me dé las luces necesarias procurando estudiar con constancia, método y conversaciones útiles, preguntando lo que más me convenga en todo”.


La estructura de estos cuatro párrafos es muy similar. Don Manuel parte de una toma de conciencia de un principio o una realidad y lo expresa con el verbo “conozco”. Seguidamente, escribe la resolución: “procuraré”. Este verbo en futuro significa “hacer diligencias o esfuerzos para que suceda lo que se expresa”. El diácono don Manuel muestra una gran determinación y una fuerte voluntad para que suceda lo que desea: ser desprendido, vivir en la presencia de Dios, ser fiel y guiarse en la vida con un espíritu de discernimiento. El aniversario de la ordenación sacerdotal del Beato Manuel Domingo y Sol nos recuerda que la santidad no es un fruto que aparece por sorpresa, sino es consecuencia de una cadena de decisiones y resoluciones que favorecen la acción de Dios en nuestras vidas.