El proyecto personal de vida

El proyecto personal de vida

El proyecto personal de vida es un instrumento útil para el acompañamiento y discernimiento vocacional. Su valor más importante es que hace a la persona central verdadero sujeto de su proceso existencial y vocacional. Ayuda a que los datos útiles para el discernimiento sean más conocidos por la persona acompañada y debidamente contrastados con el orientador y en la vida fraterna. La definición del proyecto se puede hacer en creciente especificidad:

  • Proyecto. La palabra proyecto viene del término latino pro-iectus (de pro-icere), estar lanzado hacia delante. Es la decisión de perfilar un modelo para el futuro. Supone, además de este modelo, los medios prácticos para alcanzarlo. Hay muy diversas clases de proyecto. Lo importante es que contemple la realidad global que se quiere trabajar. Por ejemplo, tenemos el proyecto de riego de una parcela. No sólo ve el objetivo: considera los medios para el abastecimiento y la distribución del agua; tiene en cuenta las diversas estaciones del año; prevé las diferentes especies que se pueden sembrar; considera las posibilidades reales de los trabajadores; contempla en todo ello la economía. Lo que define al proyecto es este carácter englobante de una realidad.
  • Proyecto personal. La acción de proyectar se refiere a una persona. Aquí lo más importante es que se cuente con todo lo que la persona es, y en concreto con las dimensiones de su personalidad. Por ejemplo, un proyecto personal para jóvenes de secundaria debe incluir las diversas dimensiones: personal, comunitaria, intelectual, de servicio, espiritual; ha de prever plazos para su elaboración y revisión; debe facilitar que un adolescente aprenda a proyectar proyectando; cuenta con un orientador con quien el joven reporta el proyecto y recibe sugerencias; promueve una instancia grupal en la que pueda compartirlo. No hablamos necesariamente de un proyecto cristiano.
  • Proyecto de vida espiritual. Se trata de proyectar la vida cristiana. La espiritualidad no consiste en un conjunto de prácticas religiosas, sino en vivir de acuerdo con principios espirituales, y en nuestro caso, cristianos. Este proyecto espiritual es englobante de la personalidad, tal como el proyecto personal. Por ello incluye las dimensiones de la personalidad. Pero tiene una característica peculiar: da a los valores revelados y a la experiencia de Dios un puesto central. De modo que además de señalar un modelo para el futuro de la persona, lo hace a la luz de la Palabra y en un dinamismo de discernimiento espiritual. Las dimensiones toman nombre de este dinamismo: dimensión espiritual, humana-personal, humana-comunitaria, apostólica, intelectual. En el proyecto espiritual lo más importante no es lo que la persona quiere conseguir, sino lo que Dios quiere. Por eso es básica su apertura a la dimensión trascendente. Es un proyecto de autotrascendencia. Este carácter trascendente destaca a la vez los impedimentos u obstáculos que permanecen en su propia personalidad, de los que se hace más consciente. El reporte a un orientador y a una comunidad adquiere el valor de mediación de la apertura ante la voluntad de Dios.
  • Proyecto vocacional. Incluye las notas del proyecto de vida espiritual, pero tiene como referencia un momento específico del proceso vocacional y los valores objetivos de la vocación específica. Ayuda a la persona a dar los pasos convenientes y a poner los medios necesarios para responder a la llamada de Dios.

El proyecto personal en su esencia consiste en un discernimiento integral de la persona, es decir, a diversos niveles y de forma interdisciplinar: a niveles psicológicos, existenciales, sociales y espirituales. Lo importante es tener voluntad decidida de entrar en la propia vida (voluntad de verdad y capacidad de análisis) y querer caminar (motivaciones serias).

Contenido del proyecto vocacional.

El contenido fundamental del proyecto es la vida del acompañado. Se trata de que abra su vida a la voluntad de Dios según el principio evangélico: El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3, 35). Esto se hará a diversos niveles y en creciente especificidad. Pero lo que se debe conseguir siempre es que se dé un paso en la apertura y disponibilidad ante el proyecto de Dios.

El proyecto se refiere a la integralidad de la persona. Por ello debe referirse lo más posible a todas las dimensiones de la personalidad. Brevemente se señalan los contenidos de cada una de ellas:

  • Dimensión espiritual. Es como el eje vertical de la personalidad cristiana. Da altura a su vida espiritual. Sobre todo pone atención al modo de relacionarse con Dios y a la imagen que tiene de Dios. Se trata de purificar continuamente esa imagen. Se refiere al ejercicio de la oración y de la escucha de la Palabra, al proceso dinámico de la participación en los sacramentos. De un modo peculiar hay que insistir en la calidad y profundidad de la oración vocacional, esto es, como el corazón de la oración en su sentido personal, cuando el hombre se pone ante Dios y manifiesta su disponibilidad para realizar su designio.
  • Dimensión humana. Es el eje horizontal o la base necesaria del proceso vocacional y formativo. Con mucha frecuencia el proyecto vocacional falla por esta base humana. Todo lo que se haga por ampliar esta base da seguridad a la persona y a su proceso. Se puede dividir, a efectos prácticos, en dos grandes partes:
  • Dimensión humana-personal. Todo lo que implica la persona del acompañado. Su estructura física y el cuidado de su salud. Su estructura psíquica y el desarrollo de su personalidad. La imagen de sí mismo. La capacidad de relacionarse con los demás y de amarse a sí mismo. El modo de afrontar los conflictos y problemas en su desarrollo. Su vivencia de la afectividad y de la sexualidad. La capacidad que va consiguiendo de rescatar su propia historia y de darle unidad. Su condición social y económica. La formación de su conciencia y de sus valores morales. La honestidad y transparencia con que vive el acompañamiento.
  • Dimensión humana-comunitaria. Es lo que se refiere a la relación con los demás. El modo de implicarse en su núcleo familiar. La actitud ante los pobres y postergados. La capacidad de compromiso social. Las actitudes cívicas y el trato con los demás. La disponibilidad al servicio comunitario. La apertura ante su grupo o comunidad cristiana. La participación en proyectos comunes y la disponibilidad para trabajar en equipo. El cultivo de las virtudes sociales que son tan características de la vida cristiana.
  • Dimensión apostólica. Se refiere al valor que concede al apostolado en su vida de fe. Si el afán apostólico se reduce a las tareas o llega a constituir una dimensión importante de la personalidad. Las actitudes con que participa en el apostolado y el sentido de Iglesia que cultiva. La dimensión apostólica que da a las relaciones familiares y sociales.
  • Dimensión intelectual. Se refiere a la formación académica. En el caso de estudiantes de secundaria y preparatoria es fundamental que se incluya en el proyecto su dedicación a los estudios e incluso sus calificaciones. En la formación básica es una dimensión raramente evaluada y acompañada. En la formación permanente a veces es tristemente olvidada.
  • Dimensión del proyecto. Se puede considerar una sexta dimensión. Es lo que se refiere a la aplicación personal al proyecto. Conviene evaluar qué tanto se empeña la persona en su crecimiento personal y cómo va aprendiendo a elaborar el proyecto de modo cada vez más práctico y eficaz. Es esta dimensión del buscar y hallar que con tanta frecuencia se subraya en la vida espiritual. No basta con que adopte un esquema y lo rellene, es necesario que experimente real y sensiblemente un progreso.

Formulación del proyecto.

El proyecto deberá formularse por escrito o no, dependiendo de las características de la persona que lo elabora. Es útil ponerlo por escrito porque ayuda a dar continuidad al proceso y a detectar los puntos de crecimiento.

El proyecto tiende a ser integral, pero cuando el sujeto es más inmaduro, el proyecto se polarizará por una de las dimensiones, y será más parcial. Un proyecto englobante de la persona y del proceso supone cierto nivel de formación y de madurez personal. Lo más importante no es que se complete un esquema, sino que se camine hacia la formación integral.

Los plazos de elaboración y revisión deberán ser lo suficientemente cortos para que no se pierda el sentido actual del proyecto. A mayor inmadurez del sujeto, más breve deberá ser el plazo, de modo que se vea obligado a revisarlo continuamente.

Esquema general

Para cada una de las dimensiones conviene tener en cuenta:

  • Análisis de la realidad Alguna forma de reportar, lo más objetivamente posible, cuál es mi situación real en esta dimensión.
  • Diagnóstico Conclusión o diagnóstico al que llego después del análisis. Se trata de detectar el punto crítico, lo que es más urgente.
  • Objetivo Define la meta que deseo alcanzar en el futuro. Puedo formularlo en presente, como si ya estuviera conseguido, para visualizar el resultado.
  • Medios y recursos Medios materiales, espirituales, recursos humanos que necesitaré para progresar efectivamente en esta dimensión.

Después considera dos cosas más:

  • Mi prioridad: Establezco un reto muy determinado que constituye lo más urgente o prioritario en este momento. En torno a este reto se unifica mi proyecto.
  • Plazo de revisión: Es el período de tiempo de validez del proyecto. Al terminar el plazo debo volver a elaborarlo. Algunos de los retos permanecerán, pero otros cambiarán. Es importante que la persona pueda verificar en la revisión que ha existido, aunque sea mínimo, un crecimiento objetivo.