Criterios para discernir

Criterios para discernir

Criterios para discernir

San Ignacio fue un maestro en el arte de discernir. Sirviéndonos de las reglas que escribió para hacer elección [EE 170-188] se pueden sistematizar de modo práctico ocho criterios para discernir tu vocación. Son criterios que sirven para discernir todas las vocaciones. Aquí, a modo de ejemplo, te los presentamos aplicados para la vocación religiosa. Tendrás que hacer tú mismo las adaptaciones oportunas para tu situación particular.

El primer criterio tiene que ver con aquello que te propones para elegir. Es conveniente saber que para elegir lo que Dios quiere es necesario limitar el campo de tu elección. Ya no puedes elegir absolutamente lo que quieras, porque se excluyen aquellas opciones que no podrían comprenderse como voluntad de Dios. Por ejemplo, no es la voluntad de Dios que elijas por comodidad, o por interés personal, o por presión familiar. No es voluntad de Dios que optes por enriquecerte, o por vivir de espaldas a los demás. Por eso hay que dejar claro que lo que elijas debe ser bueno en sí mismo y debe incorporarte más profundamente a la comunidad y a la Iglesia. No es elegible, por ejemplo, dejar de prepararte para la Eucaristía, o prescindir de la oración, o dejar de relacionarte con alguna persona…

El segundo criterio consiste en que exista una intención simple, sin dobles intenciones. No es válido elegir algo para sí mismo, y luego, con eso, querer servir a Dios. Por ejemplo, si la congregación me propone estudiar una carrera sirvo, si no entonces declino profesar los votos. Es preferible que te propongas servir a Dios y a los demás, con carrera o sin ella. El caso es que no haya doblez en tu intención, o lo que llamamos en el lenguaje corriente “dobles intenciones”, sino que pura y llanamente quieras ponerte al servicio. Por ejemplo, no es válido querer ser religioso para ocupar un puesto importante y, si es posible, ponerte al servicio; sino ser religioso para servir, incluso teniendo una función importante en la congregación.

El tercer criterio es que cada una de las vocaciones específicas, cada congregación religiosa, cada forma de vida, se caracteriza y se define por unos valores. Para optar por un camino vocacional es necesario comprobar, lo más objetivamente posible, que ya estés viviendo, de algún modo, de acuerdo con esos valores. Si quieres ser religioso, debe existir en ti un gran amor a la Iglesia y un afán de ponerte al servicio edificando a la comunidad. Por el contrario, sería extraño que permanecieras alejado o indiferente ante la comunidad, sin tener una vida de oración y pese a todo quieras ser religiosa. Si quieres ser religioso tendrías que estar viviendo ya un estilo de pobreza y de radicalidad en los diversos aspectos de tu vida de fe.

El cuarto criterio consiste en que pongas a funcionar tu inteligencia. No es válido elegir por puros impulsos y sentimientos. Tu elección debe sustentarse en razones objetivas. No basta para elegir la vida religiosa el hecho de que sientas una inquietud hacia ella, o que te sientas bien en ello, es necesario que consideres también que hacen falta religiosas según el corazón de Dios; que reflexiones qué clase de religiosas hacen falta. Por ejemplo, es necesario que, si la congregación te pide un tipo de estudios porque hacen falta para la misión, tú respondas con generosidad, aunque de momento no te guste. Por otro lado, es necesario proponer toda la riqueza de tu persona para vivir en comunidad. No se justifica que no estés de corazón en ella sólo porque hay personas que no te simpatizan.

El quinto criterio es que no basta con tus buenas razones. Es del todo necesario que Dios, de algún modo, confirme tu elección. No es suficiente una convicción razonable, hace falta una verdadera determinación espiritual. Por eso, después de poner tus razones, debes presentarlas ante Dios en la oración, de modo que él mismo confirme aquello que has elegido. En la elección correcta se encuentra paz espiritual, consuelo de Dios, y un aumento de fe, esperanza y caridad. No se debe elegir con angustia, con temor, con dudas, sino con una gran confianza en Dios.

El sexto criterio consiste en que cuentes con la voz de la Iglesia que, en nombre de Dios, llama. En tu caso la voz de la Iglesia se hace presente a través de algunos testimonios, del director espiritual, el confesor… Si la Iglesia te señala que un determinado camino puede ser conveniente para ti, debes aceptarlo con docilidad de corazón. Cuando das este paso, Dios no tarda en confirmar esa decisión por medio de la oración. Lo más contrario al discernimiento es que, pese a lo que te dice la Iglesia, tú te empecines en elegir desde tus propios intereses. Aquí también podríamos referirnos a la corrección fraterna: si la corrección busca el bien de la persona y se hace con caridad es nuestra tarea revisar lo que se sugiere.

El séptimo criterio es que, cuando ya se ha elegido un camino, en alguno de los niveles de la vocación, lo nuevo que se proponga para elegir esté bien comprendido en esa primera elección. Lo que se elija ha de estar en concordancia con la primera elección.

El octavo criterio consiste en que no deben existir problemas ocultos o que no hayas hablado suficientemente con el acompañante o con el director espiritual. Si se quiere formular en positivo diría: que hayas hecho un esfuerzo por ser lo más leal y transparente en tu relación de acompañamiento, de modo que hayas afrontado esos puntos difíciles o conflictivos, presentes en toda personalidad.
Para resumir estos criterios de discernimiento, y que te queden muy claros, puede ser útil el siguiente cuadro

Criterio Contenido Ejemplo positivo Ejemplo negativo
1. Que todo sea bueno Propongo para elegir cosas buenas en sí mismas, que entren en el Reino de Dios. Elijo la vida religiosa. Elijo servir al necesitado. Elijo vivir en pobreza. Elijo formarme por amor. Elijo un camino de vida que me aparta del evangelio. Elijo hacer una doble vida. Elijo vivir con el menor esfuerzo.
2. Intención simple Elijo simplemente para servir a Dios y al prójimo, sin doble intención. Elijo ser religiosa porque quiero que mi vida sea una prolongación, en la historia, de la vida de Jesús. Elijo ser religiosa para tener a alguien que me quiera y que yo sea siempre importante para ella. Elijo ser religiosa porque ellas tienen el futuro asegurado.
3. Comportamiento adecuado Ya descubro en mí conductas que ponen en práctica los valores vocacionales. Elijo ser religiosa porque ya en mi familia cultivaba una vida de oración, me ponía al servicio de los demás y hacía el bien a mis hermanos. Elijo ser religiosa, pero no tengo vida de oración, me cierro a la relación con los demás, me rijo por las simpatías y antipatías, y me descubro cada día más narcisista.
4. Tener buenas razones Sé argumentar razones válidas para hacer una elección determinada. Quiero ser religiosa porque hacen falta buenas religiosas en la Iglesia y descubro en mí un verdadero y profundo amor por la Iglesia. Quiero ser partícipe en la construcción del Reino. Quiero ser religiosa porque la gente trata bien a las religiosas; además porque me gusta hablar en público; y creo que en esta opción no sufriré decepciones sentimentales.
5. Determinación Espiritual Me sé impulsado por Dios y por su Espíritu en esta decisión, de modo que no dudo de ella. Mi decisión al profesar los votos me llena de paz y de alegría; mi fe, esperanza y mi amor a Dios y a los demás crece; esto ha hecho que supere con mayor facilidad las dificultades. Mi decisión de profesar los votos está rodeada de dudas y vacilaciones. En medio de esta decisión no sé si Dios me escucha. Me percibo más egoísta e incómoda con la vida.
6. La voz de la Iglesia Acepto con docilidad la voz de la Iglesia que me señala el camino. Acepto las correcciones que me hace mi acompañante. Incluso pido que me advierta lo que ve que no me ayuda a crecer. Considero válido el juicio que hace en mi proceso. Rechazo las correcciones que me hacen los demás y especialmente mi formadora. Me molesta mucho que lo haga. Critico su punto de vista y me mofo de sus comentarios con mis compañeras.  
7. Coherencia con lo que ya se ha elegido Lo que elijo es coherente con lo que por ahora tengo elegido y me ayuda a vivirlo mejor. Decido ampliar mi tiempo de oración. Leo más acerca de los votos y lo llevo a la oración. Ya he expresado mi deseo de profesar los votos, pero sigo deseando vivir con el menor esfuerzo; no crezco en la oración.
8. No ocultar nada Que haya conversado con mi formadora de todos los aspectos importantes, sin ocultar nada, al menos intencionalmente. Afronto los puntos difíciles con mi acompañante, de modo que me consta que les ha dedicado tiempo suficiente. No están resueltos, pero al menos son más conocidos. He ocultado algunos puntos difíciles a mi acompañante o los he mencionado superficialmente, sin hacer un esfuerzo por afrontarlos. Tengo conciencia de que faltó profundizar.