“Ser sacerdote es escuchar el corazón de Dios y el corazón de su pueblo”

“Ser sacerdote es escuchar el corazón de Dios y el corazón de su pueblo”

Entrevista a D. Juan Carlos Caballero con motivo de su vinculación indefinida a la Hermandad.

Hace unos días D. Juan Carlos Caballero realizó su vinculación indefinida a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. El acto tuvo lugar en el Seminario San Antonio Abad del Cusco ante el rector, D. Ariel Alberto Zottols, delegado del Director general para la ocasión.

D. Juan Carlos Caballero fue ordenado sacerdote el 3 de mayo del 2014, conoció la Hermandad en el año 2009 en Argentina. En el año 2010 comenzó a cursar la Licenciatura en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina residiendo en el Aspirantado Manuel Domingo y Sol (Buenos Aires – Argentina). En el año 2013 se incorporó al equipo de operarios que conducía el Seminario Arquidiocesano Do Divino Espírito Santo en Palmas-Brasil. En el 2018 se trasladó al equipo del recientemente asumido Seminario Arquidiocesano San Antonio Abad del Cusco, donde se encuentra actualmente sirviendo como Director del Propedéutico “San Juan María Vianney” y como Director Académico. 

Le hemos pedido que nos responda a una serie de preguntas para conocer mejor su historia vocacional.

¿Quién es Juan Carlos? Un hombre de 37 años oriundo de la ciudad de Formosa, Argentina, hijo de una familia cristiana. 

¿Qué dices de ti mismo? Que seguir a Dios como sacerdote me hace feliz, más allá de mis limitaciones abrazo con generosidad la misión que Dios me encomienda allí donde su Iglesia me necesite para servir.

¿Cómo surge tu inquietud por ser sacerdote? Surge en el seno de mi familia, siempre fuimos servidores de la comunidad Nuestra Señora de Lourdes (mi comunidad de origen), allí estuve sirviendo junto a mi hermano por diez años antes de ingresar al seminario. No hubo momentos extraordinarios, sino que fue una construcción lenta a lo largo de mi vida desde mi niñez, crecí en medio de una familia creyente que a veces se reunía a rezar, también viendo a mis padres rezar por sus hijos todas las mañanas, siendo así, los primeros en motivarnos a estar disponibles a servir a la Iglesia y nunca olvidarnos de Dios. A los 17 años comencé mi periodo de discernimiento, estando en el último año del colegio, a los 18 entré a la casa de formación; y desde allí siempre me encontré con personas que me ayudaron a descubrir el llamado de Dios en mi vida.

¿Qué fue lo que te movió a dar el paso para entrar en el seminario? Escuchar en el corazón el llamado de Dios, haber hecho un profundo discernimiento en la Casa de Formación San José en Formosa y descubrir que decir sí a Jesús era lo que deseaba para mi vida.

¿Cómo asimiló tu familia tu vocación? La cosa al principio estuvo un poco divida, a mamá no le gustó mucho la idea, papá y mis hermanos no tuvieron tanto problema; aunque me apoyaron desde primer día, tuvieron que ir haciendo un proceso de asimilación, de distancia, de renuncias de fechas importantes, hoy son mis fans número uno.

¿Qué significa para ti ser sacerdote? Darse, entregarse a Dios y a los hombres, sabiéndose cuidar uno también a uno mismo. En definitiva, ser sacerdote es AMAR a todos con un amor diferente, que no te pertenece.

¿Y ser sacerdote operario? Vida de equipo, fraternidad, compañeros y amigos operarios que siempre te ayudan a vivir la vida y el ministerio con alegría. También la amplitud de horizontes, salirse de sí para entregarse y servir donde haga falta. Encontré un tesoro en el carisma de fraternidad y en el trabajo misionero ya sea en la pastoral vocacional, mucho más aun con los jóvenes, sin olvidar, claro, la formación de los futuros sacerdotes que nos ven como nos tratamos y vivimos los operarios y se van abriendo a la gracia de la formación y el discernimiento para sus vidas. Acompañar a jóvenes a encontrar la voluntad de Dios en sus vidas es como ver historias personales en primera fila, contemplar como Dios moldea cada vida, cada historia, para descubrir su amor invita a responder con un sí.

Una bella estampa del día de la vinculación a la Hermandad de D. Juan Carlos Caballero con seminaristas del Seminario Arquidiocesano San Antonio Abad del Cusco

¿Cómo ha sido tu ministerio en los seminarios de Palmas y Cusco? Palmas Brasil representó grandes desafíos: era una lengua diferente por lo tanto una cultura y cosmovisión diferentes, adaptarme a la lengua fue algo bastante rápido, ahora en lo cultural cada año se descubrían cosas nuevas. La realidad de una Iglesia local relativamente joven ofrecía luces y desafíos, lo primero porque había mucho por comenzar a construir, lo segundo por la mezcla de procedencias de seminaristas y sacerdotes que hacia todo muy plural. La dolorosa realidad secularizada hacía en algunos ámbitos complicada la tarea en el seminario; brillaba con luz fuerte la vida en equipo de los operarios que nos animaba a enfrentar todo lo que se nos presentaba. En Cusco con el actual equipo vamos caminando por el tercer año, también hay que ir descubriendo las maravillas y los desafíos de la cultura cusqueña-andina. Una Iglesia local con una larga tradición construida a lo largo de siglos, rica en muchos aspectos que también se encuentra con las novedades epocáles que afectan la promoción vocacional, sobre todo en los más jóvenes. El frio y la altura (sobre el nivel del mar) nos exigen, pero al mismo tiempo nos encontramos con jóvenes que quieren entregarse a Dios y necesitan nuestra mano amiga para ir formándose. Aquí estamos hoy sirviendo en el seminario, también en la pastoral vocacional y juvenil

¿Qué es lo que más te gusta cómo formador? Ver como Dios va pasando por las vidas de los seminaristas y los va moldeando a su manera para que respondan con generosidad a su llamada. Es un desafío grande acompañar ese paso de Dios en la vida de ellos, hay que entrar como pidiendo permiso para cooperar en esa obra que es toda del Señor. Además, exige ser modelo para que los futuros sacerdotes crezcan viendo un testimonio positivo de fraternidad, entrega y amor a Dios y a la Iglesia.

Algún mensaje para los que se cuestionan su camino vocacional…

Díganle sí y entréguense para que Dios haga su obra.

Un pasaje bíblico.

Juan 10, 14-18 cuando Jesús se presenta como el Buen Pastor, porque Él me fui cuidando y guiando a lo largo de mi vida y también porque en Jn 10, 15 está mi lema de ordenación tanto diaconal como sacerdotal “Yo doy mi vida”, que Dios trabaje con ella…

Un libro.

«El regreso del hijo pródigo», de H. Nouwen

Una película.

En busca de la felicidad

Un personaje.

Mejor dos. La Virgen María y San Pablo.