07 Jun Corazón de Jesús: La reparación como ejercicio del sacerdocio en Manuel Domingo y Sol
En esta festividad del Sagrado Corazón de Jesús, titular de la Hermandad, compartimos un texto extraído de la tesis sobre Mosén Sol del sacerdote operario D. Antonio Diego Hernández, en el que habla sobre la reparación como ejercicio del sacerdocio en Manuel Domingo y Sol.
La Eucaristía tiene una importancia crucial en la existencia de Manuel Domingo y Sol1. Al contemplar su vida, emergen claramente las notas eucarísticas que suponen la base de su espiritualidad y de su comprensión del sacerdocio. A los operarios dirá que la Hermandad «ha brotado del Corazón de Jesús Sacramentado»2. Pero junto a esta devoción eucarística de la espiritualidad de Mosén Sol hemos de atender también al espíritu de reparación al Corazón de Jesús con que se completa.
En el siglo XIX, a medida que el estado ganaba terreno parecía que se expulsaba a Dios de la vida pública. Todo esto dio pie a una interpretación que explica en gran medida el afán «reparador» de la espiritualidad: Dios era ultrajado y despreciado. No es de extrañar que ante la consideración de estas «faltas» contra el amor de Dios se afianzara en la espiritualidad del momento el deseo de «reparar» tales ofensas3. En España se daban las condiciones perfectas para que la corriente reparadora calara con hondura entre los eclesiásticos. En estos términos se expresaba Mosén Sol:
«Su corazón se llenaba de fatiga al divisar, a través del siglo XIX, caer bajo la piqueta de la impiedad revolucionaria tantos asilos de su amor, tantos monumentos de la fe, tantas riquezas consagradas a su culto. No parecía sino que el Señor del Universo iba a ser desalojado de su Reino privilegiado, de su tierra querida, consagrada por las plantas de su Madre divina […]. Empezad a ejercer vuestro Apostolado por medio de la oración en favor del mundo. Y en las alabanzas que le tributéis en este lugar santo, desagraviadle de las blasfemias y ultrajes de tantas criaturas desdichadas, que no conocen a Jesús y le blasfeman»4.
Por eso se invita a los futuros sacerdotes a ejercer desde ahora el ministerio de la reparación a través de la oración para desagraviar las ofensas a Jesús. Pero los actos de reparación en el pensamiento de Manuel Domingo y Sol consisten ya no solamente en las oraciones o alabanzas de desagravio. Adquieren un marcado carácter apostólico y social. De esta manera, sin abandonar las prácticas de piedad (la visita a Jesús Sacramentado, la hora santa de reparación y otros rezos) el carácter reparador se extiende también a las obras apostólicas5:
«¡Oh! Jesús mío. Vos sabéis que os amamos; y porque os amamos nos hemos consagrado a los intereses de vuestra máxima gloria. Porque os amamos queremos sacrificar nuestra posición, nuestro bienestar, porvenir, en la humildad de nuestros ministerios, en cualquier parte del mundo nos interesaremos por el bien de la juventud. Porque os amamos repararemos las penas de vuestro Corazón, con nuestra asidua compañía, y rodearemos de almas amantes vuestro solitario tabernáculo. Porque os amamos, queremos continuar en el lazo de caridad fraternal y mutua edificación sacerdotal en medio del mundo, y multiplicar así los intereses de vuestra gloria»6.
La reparación se ejerce no solamente con «la asidua compañía» brindada a Jesús en el sacramento, sino también por medio de un apostolado evangelizador que atraiga a hombres y mujeres en torno a la eucaristía. Reparar a Jesús es vivir la fraternidad que brota del Orden, la caridad fraternal. Los propósitos reparadores de Manuel Domingo y Sol no se limitan a los afectos del corazón humano hacia el Corazón divino (aunque los incluyen, obviamente), sino que las obras propias del apostolado sacerdotal son también expresión del deseo de reparar las ofensas e injurias de los impíos y los abandonos y olvidos de los cristianos. De esta manera, la existencia de los sacerdotes operarios quiere ser reparación al Corazón de Jesús sacramentado. Esta existencia incluye la piedad y el apostolado, la oración y el ejercicio del ministerio:
«Nos ofrecemos a cuidad y trabajar no para nosotros, sino para Vos, esos mismos campos que nos regaláis. Y en ellos formaremos apóstoles que sean el consuelo de vuestro Corazón y el alivio de las almas; y enviaremos Operarios para todos los campos, viñas y jardines de vuestra Iglesia; y soportaremos el peso del calor y del día, para hacer germinar la piedad en los campos áridos y muertos a todo movimiento religioso; y si fuera necesario el sacrificio de nuestra vida; ensancharemos las fronteras de vuestro reino en dilatadas regiones, y os consolaremos de esa frialdad e indolencia de tantas almas consagradas a Vos por el Sacerdocio»7.
El ejercicio ministerial, entendido siempre como apostolado, se convierte en ocasión propicia para la reparación, articulando a un tiempo en el sacerdocio tanto la unificación existencial cuanto una original orientación eucarística. La reparación, más allá de ser una práctica externa sustentada sobre fórmulas devocionales, deviene en Mosén Sol en forma propia del sacerdocio apostólico8. Por eso, la caridad para con Jesús y para con la Iglesia resaltan dentro del espíritu que anima la reparación. Es necesario partir de ciertas premisas:
-La reparación ha de comprenderse en el marco del ofrecimiento de la propia vida. En efecto, al vincular las obras apostólicas y el desgaste sacerdotal a la obra reparadora, Mosén Sol pone de relieve la tradición patrística que veía en este ofrecimiento personal una forma de amor concreto a la Iglesia y a Cristo: «Víctima expiatoria vuestra soy y me ofrezco en sacrificio por vosotros efesios, iglesia famosa por los siglos»9. Agustín de Hipona, al señalar la pasión que vive Cristo en su Cuerpo Místico10, sitúa el sufrimiento de los cristianos en la órbita del sacrificio único de Cristo. Es de resaltar que para los Padres el sacrificio de los cristianos participa en los mismos propósitos de la oblación del Señor11.
-En estrecha correlación se nos muestra el horizonte teológico de la solidaridad: los cristianos ofrecen su reparación «por los otros»12. De esta manera, junto a la antropología destacada del hombre pecador, poco a poco emerge la antropología del hombre reparador13.
-En el ámbito de comprensión de la espiritualidad reparadora se sitúa la correspondencia al amor de Dios, la redamatio. El amor de Dios que nos precede (1Jn 4,19) invita al cristiano a una respuesta. Dentro del contexto reparador habrá de ser respuesta por uno mismo y por aquellos que no lo aman o incluso lo desprecian14.
De esta manera se concreta la reparación al Corazón de Jesús en Mosén Sol: devoción eucarística y ejercicios ministerial. Es la forma concreta de encarnar el sacerdocio. Desde los textos eucarísticos de Mosén Sol se puede ver cómo la vida sacerdotal se concibe como forma de reparación a Jesús.
1 Lo encontramos en el apartado 2.8c.
2 Escritos I, Predicación, 5º, 31.
3 «El surgimiento de un mundo nuevo al margen de la Iglesia afectó también a la espiritualidad reparadora, cuyos esquemas podían acentuar la polarización de las fuerzas enfrentadas; en este sentido, la amende honorable es más que nunca compensación por el pecado de «los otros»». María Jesús Fernández. «Historia de la espiritualidad reparadora. Edad Moderna y Contemporánea». En Retorno de amor. Teología, historia y espiritualidad de la reparación, dirigido por Nurya Martínez-Gayol, 240-241. Salamanca: Sígueme, 2008.
4 Escritos I, Predicación, 8º, 2. Se trata de la plática que dirigió a los colegiales de Tortosa cuando se inauguró la capilla del Colegio de San José en 1879.
5 Fernández, 241-242.
6 Escritos I, Predicación, 2º, 89.
7 Escritos I, Predicación, 2º, 76.
8 A los ordenandos decía: «Debéis formar un apostolado y bajo nuestra mano impulsáis las Parroquias. Hemos de transformarlas, y con espíritu de reparación, de celo, de fatigas, de estudio, de piedad hasta morir. Hasta trasformar el mundo». Escritos I, Predicación, 7º, 19.
9 Ignacio de Antioquía. Carta a los Efesios VIII.1 (Padres Apostólicos II. Sevilla: Apostolado Mariano, 2004, 13).
10 «Luego se habían completado todos los padecimientos, pero los referentes a la Cabeza; faltaban aún los padecimientos de Cristo tocantes al Cuerpo. Vosotros sois cuerpo y miembros de Cristo. Luego,
hallándose el Apóstol entre estos miembros, dijo: Para que complete en mi carne lo que falta de los padecimientos de Cristo. Luego vamos a donde Cristo nos precedió y Cristo aún se dirige a donde precedió. Precedió Cristo como Cabeza, sigue como Cuerpo». San Agustín. Enarraciones sobre los salmos. Salmo 86.5 (Obras de San Agustín. Vol. XXI. Enarraciones sobre los salmos 3º. Madrid: BAC, 1966, 262).
11 R. Flores. «Spiritualità riparatrice». Dehoniana (1986/1): 106.
12 Nurya Martínez-Gayol. «Prehistoria de la espiritualidad reparadora. Patrística y Edad Media». Retorno de amor, 123-124.
13 Sánchez Chamoso. «Mosén Sol», 32.
14 Sánchez Chamoso. «Mosén Sol», 40-41. La figura de Ignacio de Loyola expresa esta redamatio como verdadero carácter unitivo entre el amor de Dios que ha alcanzado al hombre y la experiencia personal de este que busca ahora una donación total a Aquel que se le ha donado primero (Cf. Fernández, 190). La influencia del santo vasco en Mosén Sol es capital.