09 Feb Mons. Asenjo: Mosén Sol nunca renunció al deseo de vivir la santidad
Homilía de Mons. Juan José Asenjo en el Colegio Español de Roma
El pasado 29 de enero de 2017 Mons. Juan José Asenjo presidió en el Pontificio Colegio Español de San José la fiesta de su fundador. El Arzobispo de Sevilla comenzó su homilía señalando que la vida del Beato Manuel Domingo y Sol constituye «una de las biografías más admirables y fecundas de la moderna historia de la Iglesia en España».
Ofrecemos los párrafos más bellos en los que Mons. Asenjo trazó el perfil de la santidad siempre actual de Mosén Sol.
«El programa de su vida fue la promoción de las vocaciones sacerdotales por toda la rosa de los vientos de la geografía española. A ella dedicó, como afirmó el papa Juan Pablo II en la homilía de su beatificación, “los mejores esfuerzos de su vida”. Por ello, en nuestra acción de gracias incluimos el servicio magnífico que los Operarios han prestado a tantos seminarios y a este Colegio siguiendo el espíritu de Mosén Sol y pedimos al Señor que les conceda muchas, generosas y santas vocaciones que permitan mirar con esperanza el futuro de su instituto».
«Mosén Sol nunca renunció al deseo de vivir la santidad. No se conformó con mediocridades, porque estaba convencido de que el amor de Dios es inmensamente más fuerte y abundante que la debilidad humana. Él conoció el amor de Dios y creyó en él más que en sus propias fuerzas. Quiso entregarse totalmente a Cristo, porque Cristo se le había entregado totalmente a él. Confió en el Espíritu Santo y procuró secundar sus inspiraciones. Amó a la Iglesia y al sacerdocio hasta el heroísmo. Quiso ser testigo de un amor que convence a otros, un amor que salva a muchedumbres…»
«Permitidme que os señale el pilar sobre el que Mosén Sol levantó el edificio de su santidad, su amor ardiente a Jesucristo, eje y pasión de su vida, como ha escrito uno de sus biógrafos. Hace suyo el lema de san Benito en su Regla: Nihil amori Christi praeponere. Efectivamente, Jesucristo es para él el centro de gravedad de su corazón, la razón última y definitiva de su vida, el valor supremo, la fuerza para esperar, la motivación de su misión, el amigo por quien y con quien emprende las empresas más arduas para la gloria de Dios. Por ello, puede escribir: “Mi vida es Cristo, porque a Él he consagrado mi cuerpo, mi alma, mis intereses, ambiciones, fuerzas, y cuanto tengo…».
«El cristiano y mucho más el sacerdote ha de brillar por su vida sobrenatural, por el resplandor de su relación íntima y personal con Jesucristo. Sin esta relación personal, consciente, íntima y amorosa, especialmente vivida y cultivada ante la presencia de Cristo en la Eucaristía, ni nuestra fraternidad ni nuestro compromiso apostólico podrán subsistir por mucho tiempo. Así lo reconoce Mosén Sol en uno de sus escritos: “Hoy como ayer, como en los días de Moisés, no basta pelear varonilmente en el llano; es preciso que en la montaña de la oración y del sacrificio haya manos levantadas”».
«Desde el hontanar fecundo de la vida interior, Mosén Sol se entrega sin descanso a la promoción de las vocaciones, que si en la segunda mitad del siglo XIX, una de las etapas más tristes de la historia de España, era una autentica necesidad, hoy, cuando Occidente está padeciendo un largo invierno vocacional, es una urgencia inaplazable, en la que todos estamos comprometidos, pues como escribiera Mosén Sol, “entre todas las obras de celo, no hay ninguna tan grande y de tanta gloria de Dios, como contribuir a dar muchos y buenos sacerdotes a la Iglesia. La formación del clero es la llave de la cosecha en todos los campos [de la vida de la Iglesia]”».