
24 Feb Lari, misionera del COV de Córdoba: “Fui a la misión en busca de un Dios discreto, pero me terminé encontrando con un Dios inmenso”
Un grupo de casi medio centenar de personas procedente del COV de Córdoba participó en la misión en Obispo Trejo el pasado mes de enero. Una experiencia de encuentro con Jesús y con el prójimo que los ha marcado profundamente, porque, tal como cuentan, “el misionero ríe con el que ríe y llora con el que llora”.
El verano toca a su fin en Argentina. Un tiempo para recargar las pilas de cara al curso que empieza. Pero no todo son vacaciones al uso. También hay tiempo para compartir con los demás.
Un grupo de 46 jóvenes y dos sacerdotes operarios en total del COV de Córdoba se fue de misiones a Obispo Trejo en enero. Algunos estuvieron durante una semana, mientras que otros sólo pudieron unirse el fin de semana.

Era el tercer año consecutivo que el COV organizaba una expedición misionera a este destino. Durante el curso, recibieron donaciones. “Durante todo el año trabajamos en ventas para juntar dinero. También hicimos varios apostolados en merenderos, actividades para niños, dimos la merienda en la plaza…”, cuentan desde el Centro de Orientación Vocacional. Así, pudieron llevar comida y material de primera necesidad al pueblo.

A continuación, compartimos el testimonio de Lari, una joven misionera del COV de Córdoba:
“El misionar me ha dado de los momentos más movilizadores, más felices, incluso de los momentos en los que me sentí más acompañada, no soóo por quienes estaban a mi lado, sino también por Jesús.
En una de las misiones a las que fui, tuve una situación que me quedó guardada en el corazón. Había estado toda la tarde jugando con los niños en la plaza. Cuando estábamos terminando, ya anocheciendo, uno de los niños me empezó a contar un poco de su familia. Mientras me contaba, él se conmovió mucho y junto a sus lágrimas cayeron un par de las mías. Me movió mucho el verlo llorar de esa manera.
Unos minutos después, llegó la hora de despedirme del niño, todavía movilizada por lo que había pasado. Me di la vuelta y justo estaba un muy amigo mío, uno con el que había tenido la suerte de compartir bastante durante esa misión. Me preguntó cómo me había ido en la tarde y yo sin tiempo de contestar empecé a llorar. Me abrazó y empezamos a caminar. Me llevó al lado de la iglesia del pueblo, a un lugar que nunca había visto. Un lugar que me transmitió mucho, pero sobre todo paz y consuelo, el que necesitaba en ese momento.
Charlando y al verme llorar, mi amigo me dijo: «Eso hace el misionero, reír con el que ríe, llorar con el que llora». La frase que más marca me dejó en todas las misiones a las que fui.
Este año, fui a la misión en busca de un Dios discreto, un Dios sencillo, pero me terminé encontrando con un Dios inmenso. Un Dios que se reflejó en cada uno de los que caminaban conmigo, en las pequeñas acciones, en los gestos, en el pueblo. Un Dios que, de alguna forma, se terminó reflejando en mí”.


