08 Dic La Inmaculada Concepción, motivo de esperanza para los cristianos, como expresaba Mosén Sol
El beato Manuel Domingo y Sol tuvo la gracia de vivir el momento de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de María, contenida en la bula ‘Ineffabilis Deus’, de Pío IX.
El beato Manuel Domingo y Sol era un gran devoto de la Virgen María, por lo que siempre quiso confiar la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos a su cuidado maternal. En su vida, tuvo la gracia de vivir el momento de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de María, contenida en la bula ‘Ineffabilis Deus’, de Pío IX.
10 años después de la proclamación del dogma, el 8 de diciembre de 1864, Mosén Sol predicó un precioso sermón en el Convento de la Purísima Concepción de Tortosa. El fundador de la Hermandad destaca que este dogma mariano es “motivo de gratitud, de consuelo y de esperanza para nosotros”. Y añade: “De la Concepción Inmaculada de María depende, hermanos míos, no sólo la gloria de Dios, sino también nuestro bien y nuestra felicidad”.
Reproducimos a continuación el sermón entero:
Ahora bien, pues, católicos, ¿no es este dogma admirable un motivo de gratitud, de consuelo y de esperanza para nosotros? Sí, el privilegio de la Concepción de María es un motivo de alegría para nuestro corazón. Propio de hijos es el complacerse en el bien y en las cualidades de sus padres. Ya sabéis que el perfecto amor de Dios consiste en amarle por ser quien es, por su grandeza, el complacerse en sus atributos y perfecciones, en abismarse en /el/ deseo de su gloria y de su felicidad.
Pues bien, nosotros que somos hijos de María, que la amamos sinceramente, que nos reunimos hoy para admirarla y contemplarla en este misterio, ¿cómo podremos menos de alegrarnos y de estar profundamente agradecidos a Dios por las gracias de que inundó su alma en el primer instante de su existencia? ¿Quién podrá menos de extasiar su corazón al contemplar el rostro resplandeciente de esta divina niña que hoy tiene ya virtud de enamorar al mismo Dios?
Sí, Madre mía, nos complacemos en vuestra grandeza, y si nos fuese posible, sacrificaríamos gustosos nuestras vidas, si con ello pudiéramos aumentar un grado vuestra hermosura.
En segundo lugar, hermanos míos, la Concepción de María debe llenarnos de consuelo. Ya lo habéis oído; María ha sido constituida en este día como la aurora que anuncia al mundo el día de la gracia. Hasta entonces el mundo en el orden espiritual yace en la noche de la ignorancia y del pecado; no había ni una flor que no apareciera marchita en el mismo día de su aparición sobre la tierra. Los justos de la antigua Ley veían lejano el día de la reparación universal, y nosotros, hermanos míos, si semejantes a ellos hubiésemos tenido la desgracia de vivir en aquellos tiempos, hubiéramos también visto poseído nuestro corazón del desconsuelo y la amargura.
Pero la aparición de María en el horizonte de la gracia, es como si dijera: consolaos, justos; ved ya la aurora que viene a anunciar el Sol de justicia; venid y ved esta visión grande, esta misteriosa zarza; venid y ved aquella inocencia primitiva que llorasteis perdida en otro tiempo, restaurada ya hoy sobre la tierra, y por consiguiente, recordaréis para consuelo de vuestro corazón que se ha verificado ya aquel anuncio consolador que resonó en el Paraíso. Sí, repito, la Concepción de María fue el anuncio de consuelo para la humanidad.
En fin, el misterio que hoy celebramos debe reanimar nuestro espíritu y llenarlo de una santa esperanza.
De la Concepción Inmaculada de María depende, hermanos míos, no sólo la gloria de Dios, sino también nuestro bien y nuestra felicidad. ¡Ay! Hasta ahora no teníamos en la tierra ni una criatura que se atreviera a levantar los ojos al cielo para interesarse en nuestro favor; pero desde este momento tenemos y ya entre nosotros un alma pura, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad. Hasta ahora no teníamos ni una Ester agraciada, que pudiera inclinar la vara del Rey del cielo; pero, desde este día, tenemos esta Ester poderosa que, como águila divina, remontará sus miradas hasta el trono del mismo Dios.
Oración del Beato Mosén Sol a María
Madre mía,
yo renuevo en el día de hoy el amor de hijo para con Vos.
Cumplid en mí todo lo que he prometido y propuesto
a vuestro divino Hijo Jesús.
Asistidme en todos los momentos de mi vida.
Aumentad mi devoción y confianza en Vos.
Salvadme a mi familia, como os lo he pedido tantas veces.
Y que en la hora de mi muerte pueda pronunciar dulcemente
los nombres de Jesús y María y, pronunciándolos,
expirar abrasado en el amor de estos santos corazones.
Amén