01 Jul Francisco Ruiz celebra 50 años de sacerdote
Francisco Ruiz Martínez, sacerdote operario y orgulloso de ser de Murcia, celebra este año sus bodas de oro sacerdotales. 50 años de vida sacerdotal no dejan de ser un misterio, por eso se entiende que en la Eucaristía de acción de gracias que celebró en Valencia dijera: “Tal vez lo mejor sería en este momento guardar silencio y callar. Decir sin más: “Gracias, Señor, por haberme hecho sacerdote”; y “Gracias, amigos, por haberme ayudado a serlo de una manera digna”.
Ha desgastado su vida en dos ciudades, Zaragoza y Valencia, dándose a los jóvenes, novios y matrimonios. Pero siempre desde un gran amor al sacerdocio, suscitando vocaciones y acompañando a sacerdotes.
Dejemos que nos hable de sus recuerdos, su vocación, su familia, su ser sacerdotal…
¿Qué significa para ti celebrar 50 años de sacerdocio?
Vista mi vida desde la perspectiva de los cincuenta años tengo la vivencia de que todo ha sido y es amor de Dios. No os podéis ni imaginar cuánto me quiere. Todo, absolutamente todo, incluso lo que he podido sufrir han sido mimos y ternura de su mano.
Esta es una etapa maravillosa de mi vida sacerdotal que he esperado con gran ilusión y una mayor exigencia para seguir al pie del cañón amando y sembrando la Buena Noticia y construyendo Reino de Dios. No es la meta, es un nuevo ardor más exigente que etapas anteriores.
¿Cómo surge tu inquietud por ser sacerdote?
Por el testimonio de un sacerdote y por la oración de mis padres y el ejemplo de una familia verdaderamente creyente
¿Cómo vivió tu familia tu vocación?
Estas semanas he ido reviviendo mi itinerario vocacional, desde los comienzos: en la familia que Dios me regaló, cuando mi madre nos cogía de la mano y en brazos a los tres hermanos más pequeños y andando unos kilómetros nos llevaba a misiones populares, y emocionada por lo que escuchaba a los sacerdotes misioneros pedía un hijo sacerdote (éramos nueve hijos); o mi padre que más de una vez me confesó, estando ya en el Seminario, que rezaba cada días dos credos al Corazón de Jesús. Uno para pedir que me hiciera un cura bueno y otro para que, de no ser así, me volviera a casa. Y añadía: “hijo en casa nunca estorbarás, pero mal cura harás mucho daño”.
Y mis ocho hermanos que rezaban cada día por mí., y que trabajaban y hacían horas extras para poder pagar los gastos de los trece años de mi formación en el seminario; se podría decir que fue una vocación colectiva, y que vivieron y viven el gozo de mi sacerdocio ¡Cuánto he de agradecer esa vivencia de familia, la primera Iglesia, educadora de la Fe y suscitadora de vocaciones!
¿Qué recuerdos te quedan de tu época en el Aspirantado?
Una etapa muy dura pero necesaria para alcanzar la meta. Es una escuela de forjadores de hombres recios y verdaderamente creyentes donde aprendes el valor del trabajo, la auténtica espiritualidad, la fraternidad, el estilo sencillo de la Hermandad, el respeto y el cariño a los hermanos, verdaderos valores humanos y evangélicos, a tomar en serio la vida. Todo lo que realmente vale cuesta y a mí el aspirantado me costó mucho, fuera me sentía libre interiormente, pero sabía que era necesario para llegar a ser sacerdote. Y como siempre he sido un poco tonto crédulo me creí todo lo que los formadores me decían y decían e intenté vivirlo y no me ha ido mal.
¿Cómo viviste el día de tu ordenación sacerdotal?
En total oscuridad (¿Noche oscura?) pero sabiendo que estaba en sus manos. Ha merecido la pena. El no defrauda nunca.
¿Por qué sigues siendo sacerdote 50 años después?
No sabría ser otra cosa y nunca he deseado ser otra cosa. Es el tesoro que Dios me ha regalado, no lo cambiaría por nada.
Durante estos 50 años ¿cómo ha evolucionado tu manera de vivir el sacerdocio?
Esto lo tendrían que decir los demás con los que he ejercido el sacerdocio ministerial. Yo he intentado ser fiel cada día procurando dejarme guiar por el Señor. No sé si lo he hecho bien o lo hago. Lo intento cada día y soy un hombre-sacerdote realizado ¿se dice así?
¿Qué significa para ti ser sacerdote operario?
La mejor manera de ser cura. La fraternidad sacerdotal como la vivimos en la Hermandad, aún con sus muchas limitaciones, no tiene precio y es lo que más atrae o los otros sacerdotes y llama la atención. D. Manuel nos dejó un tesoro. Es que se dejó guiar por el Señor. Fue un profeta. Esto exige mucha renuncia y cuidado y debemos protegerlo con esmero.
¿Cómo ha sido tu experiencia de fraternidad sacerdotal?
De todo ha habido: luces, sombras, pero si hay algo mejor ¿dónde está.? Exige renuncia a muchas cosas personales. Pero ya lo dijo Jesús: El que quiera…. que se niegue a sí mismo tome su cruz y me siga (aplíquese a la fraternidad y vida en equipo en la Hermandad).
Una experiencia…
Cada año el aniversario de mi ordenación sacerdotal lo vivo primero en la intimidad en la oración y dando gracias al Señor por haberme elegido ya que ser sacerdote es el regalo más maravilloso que el Señor me ha hecho: «me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad».
Luego lo celebro con los amigos con una Eucaristía y una cena.
Un mensaje para quien se pregunta por su vocación…
Si crees de verdad, y eres amigo de Jesús no dejes de preguntarte muy frecuentemente: ¿Qué quieres de mí, Señor? Y escucha en tu interior, te lo indicará y no hagas trampas.
Un pasaje bíblico…
«Me hago todo para todos, para salvarlos a todos” (1 Cor 9, 22).
«Proclama mi alma la grandeza del Señor… porque ha mirado la pequeñez de su sierva» (Lc 1, 46-48)
Un libro…
«Servidor de Dios y esclavo vuestro» de Santiago Guijarro
Una película…
Un hombre para la eternidad y La Pasión.
Una persona…
El Beato D. Manuel, nuestro fundador, que acogió la mirada-elección del Señor y en su trato constante con Él aprendió a mirar con sus mismos ojos la realidad que le rodeaba y dio respuesta a las realidades y personas de su tiempo con su persona y bienes fiado en el Señor.
Una anécdota…
Siendo párroco de la Almudena de Zaragoza, un día un joven de la comunidad juvenil de mucha confianza y un tanto trasto me dice: La catequista N… ha dado a luz en el Clínico a su primer hijo; voy y compro tres rosas rojas y me planto en la maternidad y pregunto en qué habitación está, comienzan a mirar las lista y allí no aparece N. Fue una trola, así que con mis tres rosas me vuelvo a la parroquia y ¡menudas bromas entre los jóvenes….!