28 Ene Don Florencio Abajo, Director general: «Pedimos a Mosén Sol para que el Señor nos conceda seguir construyendo una Hermandad cada día más santa y fraterna»
El Director general de la Hermandad habla, en esta entrevista, sobre los retos del Sexenio 2022-2028, el 140º aniversario de la Hermandad y la fiesta del Beato Manuel Domingo y Sol.
Don Florencio, los últimos años han estado marcados por la pandemia. La XXIII Asamblea general pudo celebrarse finalmente en julio tras dos aplazamientos. ¿Es posible recuperar el ánimo después de tanto desgaste?
Junto a la paulatina reactivación de la vida pastoral en las diversas áreas, la celebración de la esperada Asamblea general ha supuesto dar un paso al frente, intentando dejar atrás las penalidades sufridas en los últimos tres años y proyectando un futuro esperanzador. La pandemia nos ha hecho más fuertes, nos ha permitido intensificar la vivencia de la fraternidad en los equipos, nos ha obligado a ser más creativos en la acción pastoral y nos ha ayudado a profundizar en nuestra vida espiritual. Al tiempo que lamentamos las irreparables pérdidas que hemos sufrido, retomamos nuestra vida y ministerio con estas fortalezas y llenos de ilusión.
Los sacerdotes afrontan cada vez más desafíos, internos y externos. La santidad sacerdotal, tema favorito de Mosén Sol, puede parecer ahora una cuestión lejana. ¿De qué manera se puede reavivar el deseo de alcanzarla?
Celebrábamos la Asamblea general bajo el lema ‘Para nuestra más fácil santificación” y durante esos días dedicamos mucho tiempo a reflexionar sobre ello. Tenemos una herencia preciosa: el testimonio sacerdotal de Don Manuel, de los beatos mártires y de tantos operarios como nos han precedido. Cada día el Señor renueva su llamada a vivir en santidad nuestra condición de discípulos. Y cada día vemos cómo nuestro mundo y nuestra Iglesia necesitan sacerdotes santos.
En la actualidad, el miedo al compromiso pone en jaque a la pastoral vocacional. ¿Cómo afronta la Hermandad el reto de renovarse en este campo tan suyo?
El punto de partida de la pastoral vocacional es la certeza de que el Señor continúa llamando. Si no estamos convencidos de ello, la contemplación de la crisis actual en las diversas vocaciones nos sumirá en un profundo desasosiego, nos llenará de desesperación. Hemos de tener claro que solo somos mediadores, facilitadores del encuentro entre el Señor que llama y el joven que busca qué hacer con su vida. Y tenemos que asumir que solo desde el encuentro personal con el Señor se puede responder el “aquí estoy para hacer tu voluntad”. Los tiempos cambian, los lenguajes cambian, los jóvenes cambian… El que siembra la semilla de la vocación nos pide que también nosotros cambiemos, que actualicemos nuestro lenguaje y nuestras formas para que llegue a producirse ese encuentro. Como también nos pide que sigamos viviendo gozosamente nuestra propia vocación.
Don Manuel daba una gran importancia a la formación y el acompañamiento de la juventud. ¿Es posible regenerar la pastoral con los jóvenes cuando parece que el indiferentismo religioso gana terreno entre muchos de ellos?
Es absolutamente necesario. “Mucho ha sido mi amor a la juventud”, repetía Don Manuel. Tal vez el primer paso sea una profunda conversión personal que nos haga más sensibles a la realidad de los jóvenes, a sus gustos e inquietudes, a sus comportamientos y valores. Es fundamental también la incorporación de los propios jóvenes en los procesos de evangelización de los jóvenes y en la pastoral del conjunto de la Iglesia. Y es esencial no engañarlos edulcorando o manipulando el mensaje del Evangelio hasta convertirlo en algo irreconocible. Como en todas las acciones pastorales, Jesucristo ha de ser el centro, de modo que llegue a ser reconocido como el único capaz de dar sentido a la existencia.
El Papa Francisco recibió hace poco al Consejo general de la Hermandad. ¿Qué les transmitió el Santo Padre?
Fue un encuentro emocionante. El Papa conoce bien la Hermandad. Fue recordando a algunos operarios con los que trató durante sus años en Buenos Aires. También nos compartió alguna anécdota de aquel tiempo. Se interesó por nuestra presencia en los seminarios —hablamos del intervicarial de la Amazonía peruana, de Cuba, del seminario de Patagonia…— valorando el buen trabajo que estábamos realizando y animándonos a continuar en esa línea. Al entregarle una reliquia de Don Manuel, nos dijo que sin duda Mosén Sol era un buen modelo sacerdotal.
Se cumplen 140 años desde que Don Manuel recibió la inspiración para fundar la Hermandad. ¿Cómo vivir esta efeméride?
Con gratitud y alegría. Y con responsabilidad. Hemos ido construyendo durante estos 140 años una obra preciosa, cuidada en todo momento por el amor entrañable de nuestro Dios. Hablaba antes del testimonio del Fundador y de los Mártires, y el de tantos compañeros que nos han precedido y nos han enseñado a ser sacerdotes operarios y a querer a nuestra Fraternidad. Es importante que reconozcamos la necesidad que tiene el mundo y la Iglesia del carisma de la Hermandad, y que cuidemos esos campos queridos por Don Manuel (vocación sacerdotal, juventud, eucaristía). Y es fundamental que continuemos proponiendo un modelo de sacerdote diocesano, santo y fraterno.
Ante la fiesta de Mosén Sol, ¿qué mensaje le gustaría compartir con aquellas personas que se sienten vinculadas a la Hermandad y a su carisma?
Las celebraciones de estos días son una excelente ocasión para recordar el pensamiento, los escritos y el ejemplo de vida de Don Manuel. La fiesta del apóstol de las vocaciones nos anima también a tomar el pulso a nuestra propia vocación, a vivirla con profundo gozo y agradecimiento, con entusiasmo y total entrega. Que, por su intercesión, el Señor nos conceda seguir construyendo entre todos una Hermandad cada día más santa y más fraterna.