05 Nov “Nuestro mundo tiene necesidad del testimonio de sacerdotes según el Corazón de Jesús Buen Pastor”
Para el sacerdote operario D. Antonio García Hoya, la celebración de la Navidad este año viene acompañada de un aniversario especial, puesto que el 25 de diciembre conmemorará sus bodas de oro sacerdotales.
Nacido en Béjar (Salamanca) el 30 de agosto de 1945, D. Antonio García Hoya entró con 14 años al Seminario de Plasencia (Cáceres), encomendado entonces a la Hermandad. Allí cursó Latín, Humanidades y tres años de Filosofía.
En Alquerías (Castellón), compartió con una veintena de seminaristas de distintas diócesis y aspirantes provenientes de Salamanca un año de espiritualidad y trabajo pastoral. Hizo el primer año de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y los tres restantes, en la Universidad Gregoriana de Roma.
Hizo la vinculación indefinida a la Hermandad el 16 de marzo de 1971 y fue ordenado sacerdote el 25 de diciembre de 1974. Ahora nos cuenta cómo ha vivido su ministerio durante este medio siglo.
-¿Qué significa celebrar los 50 años de sacerdocio?
Celebrar los cincuenta años de ministerio te lleva a una acción de gracias al Dios misericordioso y Pastor Bueno. Y, pese a mis debilidades y pecados, el Señor ha puesto en mi camino ángeles protectores de mi vida y vocación. Mi familia ha sido muy respetuosa con mi decisión. En los formadores y compañeros de equipo, he encontrado ejemplo y entrega en mi proceso; y tantos hombres y mujeres de las comunidades a las que se me han encomendado acompañar han sido verdaderos maestros de espiritualidad y solidaridad.
-¿Cómo surge tu vocación por el sacerdocio? ¿Qué recuerdos tienes de la época en el Aspirantado?
La parroquia y el Centro de Acción Católica era el espacio natural de mi infancia y adolescencia. Había un nutrido grupo de seminaristas y curas jóvenes y me atraía su modo de vida. Durante la etapa de Filosofía, D. Julio Cabezas inició los campos misión durante las vacaciones de verano. Compartíamos trabajo manual con los campesinos y en las noches teníamos encuentros con los vecinos. La figura de D. Julio García Velasco, en Alquerías, fue decisiva para ingresar como aspirante a la Hermandad. D. Luis Rubio, en los pisos de la Av. de Alemania, nos inculcaba un estilo de vida, para mí novedoso: responsables en libertad y libertad responsable.
-¿Cómo fue el día de tu ordenación sacerdotal?
En mi ciudad natal, con una temperatura bajo cero. Era el 25 de diciembre del 1974. Recibí el presbiterado por manos de D. Mauro Rubio Repullés, obispo de Salamanca. Plasencia, en esos días, era sede vacante.
-¿Qué ministerios has desempeñado en estos 50 años?
En la Parroquia Nuestra Señora de Bonavista, Tarragona, por siete años compaginaba mi trabajo en fábricas, clases en la escuela de Formación y la vida pastoral de una parroquia de emigrantes andaluces.
1979- 1999: Parroquia Sagrado Corazón de Jesús (con un breve tiempo de párroco en Corpus Christi de La Urbina)
2000-2017 Parroquia San Juan María Vianney, Valencia
2017-2019 Parroquia San Buenaventura, Ciudad Guayana
2019-2022 Seminario Mayor Buen Pastor, Ciudad Bolívar
2022-Actualidad: Parroquia Sagrado Corazón, Petare
-¿Cómo vives tu actual misión?
De nuevo en Petare; y hoy convertido en diócesis. Formo parte del equipo con Luis A. Piña, párroco, y Allan Arguinzones, diácono, en la parroquia Sagrado Corazón, que me recibió hace 45 años. Sueño con una parroquia descentralizada, misionera y samaritana. Donde los feligreses sean sujetos y no objetos. Como prioridad está nuestro trabajo en las comunidades de base en esta populosa parroquia, compuesta por más de 30 barrios con una alta densidad de población y personas de bajos recursos.
«Sueño con una parroquia descentralizada, misionera y samaritana»
-¿Por qué sigues siendo sacerdote?
Un día -preparado por 15 años en la formación inicial-, di un sí para servir y compartir el mensaje del Evangelio, medio para transformar el mundo donde los valores del Reino se hagan presentes. La celebración de los sacramentos, en especial la eucaristía diaria, es lo más gratificante en el ministerio. Son muchas las personas que solicitan servicios religiosos en la enfermedad y en la muerte. También, la escucha y el acompañamiento a las familias que sufren por muertes tempranas, víctimas de la violencia de delincuentes y de los cuerpos del Estado.
-¿Cómo ha evolucionado tu manera de vivir el sacerdocio?
Creo que mis principios y opciones han sido los mismos: servicio a la iglesia local a través de la Hermandad y fidelidad a la clase popular. En Bonavista la labor era en la inserción del mundo laboral trabajando manualmente. Petare fue la inmersión en la pastoral de la cultura emergente en los barrios de la periferia. Con fuerte vivencia del trabajo mancomunado con sacerdotes, religiosas, diáconos permanentes y un buen número de laicos dedicados a tiempo completo a la catequesis, pastoral penitenciaria y de la salud.
«Escogí formar parte de la Hermandad por el ejemplo de fraternidad de los formadores en mi seminario de Plasencia»
-¿Qué significa ser sacerdote operario? ¿Cuál es tu experiencia de fraternidad?
Escogí formar parte de la Hermandad por el ejemplo de fraternidad de los formadores en mi seminario de Plasencia. A lo largo de 50 años, he compartido vida y trabajo con hermanos del más variopinto perfil. Desde los operarios que tuve en mi etapa de formación inicial, como con los que he formado equipo en las diferentes plataformas donde me han destinado, no todo ha sido camino de rosas. Pero afirmo, con toda sinceridad, que de todos ellos he aprendido.
-Un mensaje para quien se pregunta por su vocación.
A los jóvenes les diría que estén atentos y entren en la “aplicación” de este Dios que les ama hasta el extremo de darnos a su Unigénito. El modelo lo tenemos en el Buen y Excelente Pastor que se desvive por cada una de sus ovejas. Seguir a Jesús en el llamado a la vida sacerdotal no les quita nada; sino que les llena de bendiciones. Puede haber la excusa de que no eres digno. Cristo sabe muy bien de que barro estás formado y, sin embargo, cuenta contigo.
La Iglesia debe aportar jóvenes de vida entregada sin reserva a Dios, testimonio de este amor esponsal de Cristo, que de modo particular haga presente el Reino. Nuestro mundo tiene necesidad del testimonio de sacerdotes según el Corazón de Jesús Buen Pastor.
-Una experiencia inolvidable.
La celebración de la Semana Santa en la Cárcel modelo de Bogotá, en mi estadía en Colombia.
-Una anécdota graciosa.
Por un problema intestinal ingresé en urgencias del Hospital de Petare. Estaba en el servicio con una sonda del enema que me habían colocado para evacuar. Una señora de la limpieza, al parecer, era de la parroquia; entra al baño con toda naturalidad y me dice: “¡Qué bueno, padrecito, que le encuentro, pues, quería hacerle una pregunta sobre la comunión de mi nieto!”. Entre el dolor y la sorpresa, le dije: “Pero, doñita, es que esta no es la oficina de la parroquia”. Ambos caímos en una carcajada que me alivió todos los dolores.
-Pasaje bíblico favorito.
Salmo 23 (22).
-Un libro.
‘Resistencia y Sumisión’, de Dietrich Bonhoeffer.
-Una película.
‘El Evangelio según san Mateo’, de Pier Paolo Pasolini.
-Un personaje histórico.
Tomás Moro; de nuestro tiempo, Pedro Casaldáliga, obispo de São Félix do Araguaia, en Mato Grosso, Brasil.