18 Feb “Quiero ser padre y pastor”, el deseo de Mons. Eduardo Redondo
El operario Eduardo Redondo Castanera ya es obispo auxiliar de la Diócesis de Quilmes.
D. Eduardo Redondo Castanera fue ordenado obispo auxiliar de Quilmes y titular de Tingaria el viernes 17 de febrero en la Catedral de la Inmaculada Concepción, que se encontraba repleta de fieles. Presidió la Eucaristía y fue el ordenante principal el obispo de Quilmes, Mons. Carlos Tissera. Concelebraron casi una veintena de obispos y un centenar de presbíteros de varias diócesis, entre los que se encontraban el Director general de la Hermandad, los operarios de Argentina y algunos sacerdotes que se desplazaron desde Brasil y Perú.
“El señor me pide que me abandone en sus manos”
Al término de la Eucaristía, Mons. Eduardo, muy emocionado, tomó la palabra para compartir con los presentes la historia de su vida y vocación en este momento tan intenso y especial. Agradeció a Dios el regalo de la vida y de su familia, teniendo un recuerdo muy sentido de sus padres Marta y Gonzalo, ya fallecidos. Confesó que “siempre fui acompañado y siempre fui querido. Ellos nos enseñaron a descubrir que en la vida hay que ser honestos, decir la verdad, honrados, tener palabra…”.
Seguidamente narró su proceso vocacional recordando las personas de las que se sirvió Dios para guiarle en su discernimiento. Rememoró la crisis de fe de la adolescencia y la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en 1987 en Buenos Aires en la que experimentó que “se me abrió el cielo y el corazón; me sentí reconciliado y, de nuevo, dentro del rebaño”. Compartió que antes de ingresar en el seminario le fascinó el testimonio del Padre Mujica y aunque sentía algunas resistencias le dijo al sacerdote que lo acompañaba: “Me tiro a la pileta (piscina)”. Y añadió con gracia: “Y hasta ahora estoy nadando”.
Reconoció que apostó por “ser cura viviendo con otros curas”, una experiencia que ha aprendido en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesano. Y recordando los diversos países donde ha trabajado (Brasil, Argentina, Cuba, Perú) confesó: “Siempre me tocó partir, siempre me tocó vivir y asumir la experiencia de la misión con alegría. Y siempre me tocó volver a empezar. Siempre fui un aprendiz, siempre me enamoré de las comunidades donde me tocó estar”. Con toda honestidad se reconoció argentino, brasileño, cubano y peruano.
Mons. Eduardo también admitió las resistencias que experimentó al conocer su nombramiento como obispo, pero añadió: “hoy puedo decir en paz que acepto y asumo lo que el Señor me pide, con temor y temblor, como se lo he escrito también al Papa. Quiero ser todo de todos, todo de Dios. Quiero ser padre y pastor”. También tuvo palabras de agradecimiento al papa Francisco que “me ayudó a centrarme en Jesús y en la misión”.
Finalmente aceptó humildemente ser un pecador perdonado, una oveja revoltosa, a quien el Señor le llama a ser aprendiz de pastor: “El señor me pide que me abandone en sus manos”.
Ceremonia de ordenación
Después de la proclamación de la Palabra de Dios y de la invocación al Espíritu Santo se leyó la Bula pontificia con la que el papa Francisco reconoce a Mons. Redondo por distinguirse por su prudencia, una doctrina sincera y por su fidelidad en llevar a cabo las cosas por hacer. Y por este motivo, “decidimos confiarte este servicio tan exigente”.
Mons. Tissera en su homilía agradeció al papa Francisco por designar a un obispo auxiliar para la diócesis de Quilmes y exclamó de manera efusiva: “Acá lo tenemos: el padre Eduardo. ¡Gracias Papa Francisco! ¡Gracias Señor Jesús, porque seguís invitándonos a navegar mar adentro y a tirar las redes! ¡Gracias, Eduardo, por tu respuesta al llamado!”. También agradeció a la Hermandad por esta renuncia y recordó el nombre algunos operarios significativos. Y anunció: “A la Hermandad le confiamos desde este año la formación de nuestros seminaristas en la comunidad de las diócesis de la Patagonia en Villa Devoto. Querida Hermandad, ¡muchas gracias!. Que les pague Dios tanto generosidad. Rezamos por sus vocaciones y también por las nuestras. Y lo hacemos invocando al Beato Mosén Sol, Santo Apóstol de las vocaciones y fundador de la Hermandad”.
En el momento de la consagración episcopal Mons. Tissera estuvo acompañado de otros tres obispos que han acompañado a D. Eduardo de manera particular en algunos momentos de su vida: Mons. Jorge Eduardo Lozano, Arzobispo de San Juan de Cuyo, Mons. Carlos Alberto Sánchez, Arzobispo de Tucumán, y Mons. Juan Carlos Ares, Obispo auxiliar de Buenos Aires. También estuvo presente el Cardenal Mons. Pedro Barreto, Arzobispo de Huancayo (Perú), en cuyo Seminario San Pio X, D. Eduardo fue rector durante los dos últimos años.
Lema y escudo episcopal
El lema episcopal que ha elegido Mons. Eduardo Redondo es «Todos somos compañeros de trabajo de Dios» (1Cor. 3, 9). Ha reconocido que se trata de una frase que le ha acompañado durante muchos años e intenta ser el humilde recordatorio de la vocación y misión que el Señor le regaló y que quiero vivirla junto a los fieles de Quilmes, comenzando por los últimos (Lc 6, 20).
El escudo episcopal recoge varios elementos significativos. El bastón del Buen Pastor es también la cruz y tiene los colores de la tierra, de la Encarnación (Jn 1,14). El Corazón traspasado por la cruz hace memoria del camino de Jesús, hecho búsqueda y vida fecunda en la vida ofrecida de tantos hermanos y hermanas que son testigos del Evangelio desde el anonimato.
El fondo iluminado del escudo anticipa el resplandor de la Resurrección, regalo y esperanza para todos (Rom 8, 17).
Al pie de la cruz está La Virgen de Luján, Madre de Dios y de Su Pueblo, y del otro lado las manos-logo de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús, donde Dios me llamó y envió en misión. Simbolizan a todos los discípulos misioneros que, al pie de la cruz, acompañan la Pasión y entrega de Jesús y acogen a su Madre como propia. Las manos son tres, símbolo de la comunión de Dios Trino, raíz la misión de la Iglesia (Ad Gentes 2) y modelo de la sinodalidad a la que estamos llamados a vivir teniendo como centro de nuestra vida la Eucaristía (1Cor 11, 33). Éstas llevan el mismo color de la Encarnación, del barro de que estamos hechos (Gn 2,7).
Madre y discípulos están asentados en el mundo atravesado por la cruz que a la vez es altar, con el Pan y el Vino con los mismos colores de la Cruz-Cristo y el Corazón atravesado.
El borde del escudo y el lema están teñidos con la sangre de todos los que dieron y dan la vida por el Reino (Ap 12, 11).