
25 Oct Celebramos la fiesta de los Beatos Operarios Mártires con un espíritu renovado
La Hermandad recuerda, en este 25 de octubre, a los beatos Pedro Ruiz de los Paños, Joaquín Jovaní Marín y compañeros, presbíteros y mártires. 30 sacerdotes entregados, cuya espiritualidad nos inspira para seguir adelante en el trabajo por las vocaciones.
Hoy, 25 de octubre, es la fiesta de los Beatos Operarios Mártires. Celebramos con un espíritu renovado la vida de estos 30 sacerdotes de la Hermandad. Su espiritualidad resulta inspiradora para continuar trabajando por las vocaciones, especialmente en la formación sacerdotal, campo de acción predilecto para la Hermandad.
Destacamos tres rasgos de esta espiritualidad: la íntima unión con Cristo, la fe y el servicio. Durante esta semana, hemos ahondado en estos rasgos en las redes sociales de la Hermandad.
Una íntima unión con Cristo
Se preguntaba Benedicto XVI en 2010: “¿De dónde nace la fuerza para afrontar el martirio?” Y él mismo respondía: “De la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano, sino la respuesta a una iniciativa y a una llamada de Dios; son un don de su gracia, que nos hace capaces de dar la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así al mundo” (Audiencia general, 11 agosto 2010). Efectivamente, el fundamento de la espiritualidad de los operarios mártires ha sido esta profunda e íntima unión con Cristo para llegar a ser testigos de su sacerdocio. Sin esta relación íntima no se podría explicar el ofrecimiento de la propia vida.
El fundamento de la espiritualidad de los operarios mártires ha sido esta profunda e íntima unión con Cristo para llegar a ser testigos de su sacerdocio. Pedro Ruiz de los Paños se caracterizó por “un amor ardiente y entrañable a Jesucristo”.
Este amor a Cristo de los operarios mártires se manifestaba especialmente en sus prolongados ratos de oración ante el sagrario. José Pascual Carda destacaba por “su delicadeza en el trato con el Señor, sobre todo con Jesucristo en el sagrario”. José María Peris “pasaba muchos ratos ante el sagrario”.
Los operarios sobresalieron por su devoción a la hora de celebrar la Eucaristía. Millán Garde “transparentaba en la misa la presencia de Dios y su fe”. De Manuel Galcerá y Aquilino Pastor se decía que eran “amantes de la Eucaristía”.
Esta actitud se resume en las palabras que José María Tarín expresaba: “Es la hora de manifestar que amamos a Cristo y a la Hermandad. ¡Qué dicha la mía si me mataran por ser sacerdote!”.
Hombres de fe
La palabra griega ‘mártir’ significa ‘testigo’. Por tanto, el mártir da testimonio de su fe, entregando la vida. Los beatos operarios mártires fueron hombres de fe, piadosos, fieles y constantes.
“En aquellas críticas circunstancias, sin perder la paz, me pidió que le dejara solo para hacer sus oraciones y se puso a rezar el rosario”, cuenta un testigo sobre el beato Guillermo Plaza.
La fe de Recaredo Centelles “le hacía ver a Dios en todos los acontecimientos y vicisitudes de la vida”.
Martín Martínez era un “enamorado del Corazón de Jesús y de la Virgen Santísima”.
De Antonio Perulles se decía que era “un verdadero hombre de Dios, de gran vida de oración y de mucha austeridad”.
Isidoro Bover “tenía fama de sacerdote virtuoso y edificante y de una piedad muy humana y simpática”.
“Vivía una vida llena de espiritualidad”, se decía de Aquilino Pastor.
Espíritu de servicio
¿Ser servido o servir? Esa es la cuestión. Se entregaron día a día como formadores en los seminarios hasta dar su vida en el martirio. Tenían espíritu de servicio.
Fueron formadores ejemplares, competentes, responsables y dedicados a su tarea. La entrega de su vida en el momento del martirio fue la consumación de una existencia que ya se había ido ofreciendo en el día a día de la dinámica de un seminario.
Guillermo Plaza “era profundamente piadoso y ejercía la caridad con los seminaristas”.
Antonio Perulles “estaba entregado a su cargo en el servicio y cuidado de los seminaristas, a quienes atendía, con gran caridad y sacrificio, a cualquier hora del día y de la noche.
Así sentían los seminaristas el trato de Francisco Cástor Sojo hacia ellos: “Su dedicación a nosotros era total: la prueba más evidente de su amor a Dios”.
Millán Garde “mostró la fe desde un punto de vista claro, sacerdotal y de ejemplo para nosotros seminaristas”.
De Aquilino Pastor decían que era “un hombre entregado a su ministerio pastoral con los seminaristas”.
José Pascual Carda “aprovechaba las vacaciones para dar tandas de ejercicios y retiros espirituales”.