D. Rafael Cárceles celebra sus bodas de oro sacerdotales.

D. Rafael Cárceles celebra sus bodas de oro sacerdotales.

El pasado 9 de marzo D. Rafael Cárceles Lorente celebró en el Valencia sus bodas de oro sacerdotales: 50 años de sacerdote sirviendo a Dios y a los demás. Tiene en su corazón muchas razones para entonar un canto de alabanza y agradecimiento a Dios “porque es eterna su misericordia”.

Porque tantos años dan para muchas vivencias y experiencias. Y D. Rafael, Rafa para los amigos, no es músico aunque afirma que ha tocado “todas las teclas del piano en lenguaje pastoral”. Es por ello uno de tantos operarios que han vivido aquella consigna de Mosén Sol: “Que no se diga de un operario que pudo hacer un bien y no lo hizo”.

Su historia vocacional es como la de tantos que han vivido su relación con Dios como un juego de escondite.

Gracias Rafa por tu testimonio y servicio sacerdotal.

¿Qué significa para ti celebrar 50 años de sacerdocio?

Tener una experiencia de Dios, en la persona de Jesús larga y agraciada. Es por tanto, un privilegio. Desde los 11 años jugando al escondite con Él, o al “que te pillo”, “que ahora va en serio, que te digo que sí me comprometo…” No tengo más que darle gracias “porque es eterna su misericordia”, y haberme dejado participar en todas las tareas de la pastoral, en el campo de su iglesia.

¿Cómo surge tu inquietud por ser sacerdote?

Realmente no fue un impacto tumbativo, sino algo espontáneo. Mis padres comenzaron una vida de familia con 9 hijos, y yo soy el mayor de todos, y desde pequeño recuerdo levantarme los domingos para la misa de 6 de la mañana, en aquellos tiempos, y mi padre un poco más tarde para otra misa de media mañana, con otro u otros hermanos. El ambiente de familia y el bien hacer de los curas de mi entonces, trazaron el camino.

¿Qué recuerdos te quedan de tu época en el Aspirantado?

Mi primera etapa fue en la “montañeta de Tortosa” y soy de los pocos que quedan. El primer año 1955-56, todavía no se estilaban las rutas turísticas ni había ofertas de vacaciones. Por tanto, todo el año en el aspi. Los recuerdos y las lágrimas se amasaron alguna que otra noche. Pero no tengo conciencia de frustración. Tuve muchas cosas de las que no disponían niños y adolescentes de mi tiempo. La presencia de D Manuel recorría toda la casa y el templo de la Reparación era obligado casi todas las semanas.

Salamanca me abrió los ojos en un mundo de compañeros mayores, de estudios serios, de Universidad competente. Contar con habitación individual era todo un reto de libertad y madurez. Las experiencias de los veranos con salidas a Lourdes, a Taizé, Lyon, París, fueron signos de calidad.

¿Cómo viviste el día de tu ordenación sacerdotal?

Fue meterme en una nube de emociones, de la que fui saliendo en la medida que puse en práctica los hechos concretos de la vida de un sacerdote con la celebración de la Eucaristía, confesiones, bautizos, bodas… El día inolvidable acompañado de los padres y un hermano. Después de 14 años, era tocar la meta inmediata sin darme cuenta que me esperaba otra más larga y fructífera de los 50 años.

Don Rafael el día de su ordenación.

¿Qué ministerio has desempeñado como operario durante estos años?

Yo creo que he tocado todas las teclas del piano en lenguaje pastoral: formador-tutor, padre espiritual camuflado (no oficial) en Valladolid, confesor, vicerrector en Plasencia, secretario de la Delegación y del Colegio Pío XII, Director del Colegio San Valero en Zaragoza y en Valencia, psicólogo-orientador, párroco en Madrid y rector en Cuba. Operario para todo, y lo que venga que debe ser poco y de tranquilidad.

¿Por qué sigues siendo sacerdote 50 años después?

Porque no encuentro otra ruta, otro estilo de vida que dé sentido a mi existencia. En él me encauzaron cuando era adolescente, empezó a gustarme al final de la adolescencia y comienzos de los dieciocho, éste camino elegí en el tiempo de Probación y teología. Al final, me sentía llamado por el Señor con el regalo de la vocación sacerdotal. En estos cincuenta años, con altos y bajos, claros y oscuros sigo apostando por una respuesta humilde y sincera y con Pedro contesto, “Señor, tú sabes que te quiero, tú sabes que te amo”.

Durante estos 50 años cómo ha evolucionado tu manera de vivir el sacerdocio?

Los primeros años, hasta los 40, son años de “guaperas”. Los pocos años, el talante juvenil, una experiencia que se estrena cada día, es la ”media entrada” para ser aceptado con facilidad. La etapa siguiente es tiempo de echar raíces profundas, de trabajar en lo hondo de la realidad sin estar tan pendiente del “placet” social-comunitario. Y también de lanzarse con criterios “en salida” para hacer el bien en la medida que puedes, te dejan y Dios te sostiene. En esta etapa la persona del cura es más humana, real y sin aditamentos. Pero ya se trabaja sabiendo que la tarea es lenta, que la siembra merece la pena y el fruto llega o no llega tanto en verano o en otoño, sino cuando Dios quiere.

¿Qué significa para ti ser sacerdote operario?

Al principio me entusiasmaba aquello de “mejor en equipo”. Vivir de esa manera me parecía ideal y lo consideraba una señal de protección vivir en equipo. Pronto tuve que desilusionarme porque la mayoría de los equipos tenían “goteras” por todas partes. Yo también he formado parte de la gotera. Pero a pesar de todo, y viendo lo que hay por esos mundos de Dios, sigo creyendo que es mejor en equipo, practicando la fraternidad aunque sea pesado caminar al paso de algunos hermanos, Ya sabemos que “no estamos destinados a salvarnos solos,,,”.

Por otra parte, ser operarios, ha sido para mí, tener un talante de apertura al mundo actual, da estar al día, de trabajar en una plataforma visible que han sido los seminarios. Ahora encuentro mucho encogimiento, hay desánimo enfermo y no me gustaría morirme arrugado en un rincón.

Nos falta una inyección de vitalidad y soñar un horizonte abierto donde tenga sentido el quehacer sacerdotal.

Junto a otros compañeros ordenados.

¿Cómo ha sido tu experiencia de fraternidad sacerdotal?

Prácticamente he contestado en la respuesta anterior. Puedo añadir que ante los momentos difíciles de equipo, no deberíamos renunciar a las reuniones donde se ponen en común lo que somos y hacemos y la oración del grupo.

Si eso sabemos amasarlo con alguna salida-cena-entretenimiento, mejor que mejor. Los cumpleaños y aniversarios dan pie para ello.

  • Una experiencia inolvidable: Mi “Luna de miel en Valladolid, mis 20 años en Valencia y mi estancia en Cuba.

Una anécdota graciosa: En uno de los muchos viajes que tuve que hacer en tren de máquina de carbón y vapor, con mis compañeros de Murcia, subió una señora muy desahogada que cuando llevaba un rato metiendo las narices en nuestras conversaciones, nos lanzó, “¿Por qué los curas son tan feos”? Yo le contesté sin más tardar, “usted podría ser cura”. No volvió a hablar en todo el viaje.

Un mensaje para quien se pregunta por su vocación: ¿Qué estás dispuesto a renunciar? ¿qué estás dispuesto a dar? ¿Aceptas el regalo?

Un pasaje bíblico: Lucas 5, 1-11.

Un libro: “El regreso del hijo pródigo” de Henri J.M. Houwen

Una película: Don Camilo.

Un personaje: San Pablo VI

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