«Los jóvenes han descubierto que son el corazón de la Iglesia»

Eduardo Redondo Sínodo jóvenes

«Los jóvenes han descubierto que son el corazón de la Iglesia»

El operario Eduardo Redondo nos comparte su experiencia en el Sínodo

 

Llegó a Roma el 29 de septiembre para participar en el Sínodo sobre «Jóvenes, fe y discernimiento vocacional». El sacerdote operario D. Eduardo Redondo acumula años de experiencia de trabajo directo con jóvenes en Argentina, Brasil y, desde hace cuatro años en Cuba. Es más partidario del contacto personal con los jóvenes que de diseñar grandes proyectos. Éstos sólo funcionan si se escucha a los jóvenes.

Al terminar el Sínodo, recuperándose de este intenso mes de trabajo, le hemos pedido que nos comparta la experiencia que ha vivido durante estos días. Ha participado por nómina pontificia y fue nombrado miembro de la comisión encargada de la redacción del documento final.

D. Eduardo es el director espiritual del Seminario San Basilio Magno de Santiago de Cuba y secretario de la Comisión Nacional de Pastoral Vocacional de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC).

 

¿Cómo valoras la presencia y la participación de los jóvenes en el Sínodo?

Ha sido fundamental. Eran casi 40 jóvenes, representando realidades diferentes lo cual es muy significativo: diferentes mentalidades, culturas, lenguas, experiencias de fe y de Iglesia. A pesar de esta diversidad realmente en ellos se veía la unidad que genera la vida del Espíritu. Por ello, la presencia de estos jóvenes no pasó inadvertida en ningún momento. Ellos participaron sobre todo generando en el ambiente del Sínodo una experiencia de espíritu joven. Era fácil ver la alegría de los obispos abrazando a los jóvenes y compartiendo con ellos un refresco. Y los jóvenes, a su vez, les han interpelado pidiendo más espacio en la Iglesia.

Me llamó la atención de manera particular que los jóvenes no dejaban de manifestar la alegría de descubrir que en el “otro lado de la Iglesia” podían encontrar cercanía, humanidad y, sobre todo, el sentirse importantes. Por primera vez en mucho tiempo ellos descubrieron que eran el corazón de la Iglesia. Así lo sintieron, vivieron y expresaron. Nos desacomodaron con algunos gestos de alegría juvenil y han sido verdaderamente los grandes protagonistas.

 

¿Qué piden estos jóvenes a la Iglesias?

Piden que no los traten como extraños o como si fueran el problema. Ellos quieren ser protagonistas; de hecho, son la solución. Piden que les demos los espacios que ellos tienen como Iglesia. Nos hicieron descubrir que muchas veces les cerramos puerta y ventanas. Nos pedían: “desafíennos, desafíennos, que nosotros podemos y queremos”. Para mí lo más emocionante era escuchar esta llamada a desafiarles desde la confianza.

 

¿Cuál ha sido el clima que se ha vivido en el Sínodo?

Al concluir, Papa Francisco dijo lo que para mí son dos claves fundamentales para entender el clima que hemos tenido. Lo primero que dijo el Papa es que el Sínodo no es un parlamento; y lo segundo, que el Sínodo es un espacio protegido por el Espíritu Santo. Y yo también estoy convencido de esto.

Esto explica que el ambiente en todo momento fuera fraterno entre todos: observadores de otras Iglesias, obispos, cardenales, jóvenes, expertos, ayudantes de la secretaría… Hubo un verdadero clima de fraternidad, de sentirnos unos hermanos de otros. En los círculos menores todos éramos hermanos que compartíamos al mismo nivel, sin títulos que marcaran distancia. En este sentido la palabra que lo sintetiza todo es la sinodalidad: es la clave del espíritu que se vivió, el eje de las conclusiones y el desafío para el tiempo que viene en la Iglesia.

 

Como miembro del equipo de redacción del Documento final del Sínodo, ¿qué te parece dicho documento?

Lo primero que hay que decir es que es un documento que refleja de verdad lo que se expresó en el aula y en los círculos menores. Todo lo que aparece es resultado de lo que se compartió anteriormente. Esta es su gran riqueza.

Conviene recordar además que se trata de conclusiones que se ponen al servicio del Papa. Aun así, es un documento que nos marca en cierto modo el camino: el ser una Iglesia-comunión que sólo tiene sentido desde la misión. Nos recuerda que el punto de partida son los otros, los jóvenes. No es fácil cambiar la mirada. Pero es lo que nos pide Jesús.

 

¿Cuáles son los desafíos que salen del Sínodo?

El gran desafío es la sinodalidad como estilo de ser Iglesia. Esto nos lleva a revisar nuestras estructuras pastorales en la práctica para hacerlas flexibles a los tiempos que vivimos y para poner el acento en las mayores urgencias y no perder tiempo en lo accidental.

También es un gran desafío descubrir que los jóvenes son lugar teológico, que sus propias vidas denuncian nuestras parálisis, nuestros no “saber cómo”. Por ello lo primero es estar con los jóvenes y escucharlos. Más tarde vendrán los caminos concretos por los que el Señor nos envíe para acompañarles y ayudarles a discernir. Sin escucharlos no merece la pena diseñar planes y estrategias.

 

Desde tu punto de vista ¿cómo ha vivido el Papa Francisco este Sínodo?

Su presencia ha sido muy significativa. No me esperaba que estuviera todos los días en todas las sesiones. También me sorprendió que compartiera con nosotros las pausas de café y que pidiera la palabra y esperase su turno como uno más. Se podía estar con él y hablar con él tranquilamente. Y se le veía contento.

Lo más significativo es que en todo momento Francisco estaba rodeado por los jóvenes. Esta es la síntesis más hermosa de lo que él nos pide. Y la imagen que me queda es esta: el Papa rodeado de jóvenes.